Los templarLos Templarios: Guerreros de Dios en Tierra Santa

Tras el fulgor de la Primera Cruzada y la toma de Jerusalén en 1099, surgieron en Tierra Santa varios Estados cruzados que luchaban por mantener una autoridad precaria sobre sus territorios. En medio de esta incertidumbre, siete caballeros liderados por Hugo de Payns, noble francés de Champaña, se comprometieron en 1119 a proteger a los peregrinos cristianos en Palestina. Este juramento marcó el nacimiento de una hermandad con votos monásticos y un estricto código de conducta: la Orden de los Caballeros del Templo de Salomón, o simplemente, los Templarios.

La Justificación Moral de la Espada:
Oficialmente reconocidos como orden en el Concilio de Troyes por el papa Honorio II en 1129, los templarios pronto recibieron el respaldo de figuras influyentes como Bernardo de Claraval. Este último proporcionó la justificación moral para su papel en la violencia: matar en nombre de Dios no era un acto de homicidio, sino de “malicidio”. Así, los Templarios se sumaron a la idea de la “guerra santa”, desafiando la tradición de la Iglesia sobre el uso de la violencia por parte de hombres consagrados.

La Eficacia en la Batalla:
Los templarios se distinguieron por su disciplina y habilidades militares. Aunque la mayoría de los miembros eran sargentos, los caballeros constituían la élite. Eran expertos en el combate a caballo, destacando por sus cargas de caballería pesada que sembraban el caos en las filas enemigas. Equipados con armas sofisticadas y entrenados en tácticas avanzadas, los templarios se convirtieron en la vanguardia de las fuerzas cruzadas.

La Disciplina y la Devoción:
La Regla del Temple establecía la disciplina y el entrenamiento riguroso de los templarios. La jerarquía interna, encabezada por el gran maestre y el mariscal, mantenía un control estricto sobre sus acciones en el campo de batalla. El celo religioso de los freires (freire · 1. Caballero profeso de alguna de las órdenes militares) se combinaba con su destreza militar, creando una fuerza formidable.

La Élite de las Fuerzas Cruzadas:
Con su entrenamiento especializado y su compromiso con la causa cristiana, los templarios se ganaron el respeto como la élite de las fuerzas cruzadas en Tierra Santa. Participaron en batallas cruciales, como la de Montgisard en 1177, donde su táctica de carga compacta demostró ser decisiva contra un enemigo superior en número.

La frase «como un solo hombre» pone de relieve la eficaz táctica de los templarios de atacar en formaciones rígidas y compactas: muros de combatientes a caballo, pesadamente armados y cabalgando al unísono, cargando con sus lanzas y con la fuerza de sus monturas. Los caballeros eran las tropas de choque de los cruzados: su misión era aplastar las filas enemigas, romperlas y dejarlas vulnerables ante los demás combatientes cristianos que venían tras ellos.

El Legado Templario:
Más allá de su papel militar, los templarios también se convirtieron en administradores y constructores en Tierra Santa, poseyendo numerosas fortalezas y tierras. Su legado perdura en la memoria de la Edad Media como una orden militar única que desafió las convenciones de su tiempo y dejó una marca indeleble en la historia de las Cruzadas.

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